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Espectáculos |PROYECCIÓN DE UNA CINTA DE CULTO

“Juan, como si nada hubiera sucedido”: historia detrás de una película clave

Mañana se proyecta en el Cine Eco Select del Islas Malvinas el documental de Carlos Echeverría de 1987: película fundamental de la historia del cine argentino, confrontó con el silencio de su época en torno a los crímenes de la dictadura

“Juan, como si nada hubiera sucedido”: historia detrás de una película clave

Carlos Echeverría y Esteban Buch, durante el rodaje de “Juan, como si nada hubiera sucedido”

Pedro Garay

Pedro Garay
pgaray@eldia.com

7 de Mayo de 2024 | 04:09
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¿Cómo filmar el silencio? ¿Cómo filmar lo que no se dice? ¿Cómo filmar lo que no se sabe? El cineasta Carlos Echeverría vivía en Bariloche cuando, en 1977, secuestraron a Juan Marcos Herman, y todo siguió como si nada hubiera sucedido. En apariencia era la única desaparición en Bariloche, y el hecho conmovió, pero poco se dijo en los diarios, en las radios. La gente se enteraba por el boca en boca, pero tampoco quería seguir comentando demasiado el hecho.

Echeverría, que 10 años más tarde estrenaría “Juan, como si nada hubiera sucedido”, fundamental película del cine argentino donde confronta directamente con los responsables (se verá mañana, a las 20, en el Cine Eco Select del Centro Cultural Islas Malvinas, en el marco del ciclo Cinefilia), se percató de ese cerco de silencio en torno al caso un año más tarde, trabajando para un semanario de Carlos Fontanarrosa, que se imprimía en Buenos Aires pero contaba Bariloche.

Fontanarrosa voló un día para una reunión con la redacción, y “dijo que le gustaría que hubiera más investigación. Que estaba bien cubrir lo municipal, los accidentes, los baches, pero que faltaba más investigación. Intervinieron varios. Yo, muy ingenuo, le dije que hacía un año habían secuestrado a un joven de la ciudad y no se sabía nada. Se quedaron todos mudos. Él también. Y con su pulgar señalando al oeste de la ciudad, dijo: ‘Si nos ocupamos de ese tema vamos a tener problemas allá, con los cuarteles’”.

Cinco meses después, Echeverría dejó el país. Recuerda el viaje en barco, que “llevaba mucha gente que partía hacia el exilio, pero eso solo se hizo evidente cuando hubo una sensación de mayor seguridad, pasando el ecuador. Recién entonces la gente empezó a tomar contacto, a hablar. Uno había tomado medidas en la dictadura, había vocabulario que no se usaba… Uno conocía gente nueva y jamás hablaba de lo político, de lo social, era una gimnasia muy argentina”.

Llegó a Múnich, a estudiar cine. Allí se encontró tiempo después, en 1981, con un informe de Amnesty firmado por Horacio Cid de la Paz y Oscar Alfredo González, sobre el campo de concentración El Club Atlético. “Esa fue una de las primeras cosas que leí sobre la ferocidad de la represión”, cuenta Echeverría: a cinco años de la dictadura, comenzaba a ser notoria la falta de noticias, la espiral de silencio. Echeverría pensó en Juan, en la calle sin salida que transitaban sus padres al querer saber qué había pasado.

“Supe que quería hacer algo sobre lo que había ocurrido y lo que estaba ocurriendo. Pensé en hacerlo incluso independientemente de Bariloche. Incluso pensé en hacer algo sobre la represión en La Plata. Pero cuando uno está fuera del país, tan lejos, no puede tomarse un colectivo para investigar lo que ocurre”, explica. De Juan, en cambio, tenía fotografías, contactos de sus tiempos en Bariloche, y conocimiento de la ciudad. “Empecé a darme cuenta que podía trabajar, además de la desaparición de Juan y sus responsables, en una radiografía de la ciudad, de esa sociedad, con la pretensión de hacer una radiografía de la sociedad argentina”.

Un documental en sus días de Múnich le dio la idea de la forma: un equipo de documentalistas investigaba personas que se iban del estado en el que vivían y pasaban a vivir en otro estado, con otro nombre, dejando atrás familia, trabajo. Los documentalistas que salían a buscar qué había pasado, y donde llegaban se bajaban filmando desde el auto. “Me despertó la idea: ‘Algo así habría que hacer buscando a Juan’”.

Echeverría volvió al país en 1982 para filmar “Cuarentena”, sobre el regreso de Osvaldo Bayer en plena transición hacia la democracia. En aquel documental, colaboró el hermano de Juan, Horacio Herman, estudiante de cine. Y “en esos encuentros, le comenté la idea y le pedí que la comenten en familia, porque yo no iba a comenzar nada si a ellos les parecía que no era oportuno. Me respondieron que sí, y en 1984 vine al país a filmar un documental para la televisión alemana en Bariloche, y saqué un pasaje de 90 días: terminé ese trabajo en un mes, y me quedé dos meses para investigar en Bariloche”.

Ya había conocido a Esteban Buch, que en esta película que quería confrontar el silencio cumpliría el rol de periodista-investigador: su personaje trabaja, pregunta, escucha y reflexiona como una especie de Rodolfo Walsh que incisivo persigue la pista de lo ocurrido con Juan mientras entrevista a víctimas, acusados y acusadores (fue el primer documental en hablar con los perpetradores en democracia).

Todo, muy cerca de los hechos: cuando finalmente Echeverría filmó, en 1985, había una democracia, pero muy joven, con militares acechando. No había todavía jueces dispuestos, tampoco historiadores. Pero allí hubo un director de cine.

“Juan…” se mostró por primera vez en Bariloche, en el marco del festival de Óperas Primas, “ingresada un poco clandestinamente”, el 8 de julio de 1987. En La Plata, se vio en el Opera, en mayo de 1988. Pero no tuvo estreno comercial (quizás, así como nadie quería hablar, pocos la querían ver).

Sin embargo, poco a poco se fue convirtiendo en obra de culto. Tuvo mucha difusión a nivel universitario, y en el caso de La Plata, Echeverría nombra a Carlos Vallina como uno de los que la proyectó en el aula. Luego, cortesía de Fernando Martín Peña, se vio en su Filmoteca. Y fue creciendo, en más proyecciones artesanales, hasta ser elegida en una encuesta de 2022 de las 100 mejores películas del cine argentino, realizada por La vida útil, Taipei y La tierra quema, como la séptima película más importante de nuestro historia.

- El gobierno militar había caído pero los militares seguían muy presentes en la vida de los argentinos, seguían teniendo mucho poder. ¿Fue complicado filmar con ese nivel de exposición?

- Ciertamente, el partido militar era muy importante todavía, la clase política le temía, presionaban por la ley de Punto Final, y los que tenían responsabilidad en las atrocidades confiaban en que salía la ley y no iban a ser convocados por la Justicia. Mientras hacía el montaje, se produjeron los hechos de las Pascuas, donde forzaron que saliera la ley de Obediencia Debida. Y los medios marcaban una continuidad con la dictadura, se hablaba de subversión, de la teoría de los dos demonios. Era diputado nacional Álvaro Alsogaray, que decía en la misma cámara de Diputados que Astiz era un héroe, que lo que había ocurrido en la ESMA era mentira… Pero nosotros éramos un equipo chico, de dos o tres personas, y nadie sabía qué estábamos haciendo, o se deducía que estábamos haciendo algo a los paisajes, la cuestión turística, algo común en Bariloche. Y teníamos un plan de rodaje, yendo de los entrevistados más importantes para abajo, para que, si alguien se enteraba, perdiéramos lo menos posible, aunque finalmente nadie advirtió a nadie de lo que hacíamos. Y tomábamos recaudos, estrategias. Por ejemplo: aduciendo problemas de luz, filmé en la puerta del Estado Mayor del Ejército, y no adentro. Ubiqué la escena lo más cerca posible de la Casa Rosada, fuimos con lo mínimo, un trípode, la cámara de 16, el grabador colgado, y el plan era: pasaba cualquier problema y cruzábamos Paseo Colón corriendo y nos resguardábamos en la Casa Rosada. Estaba medido, queríamos lograr lo que necesitábamos, hablar con alguien de inteligencia de inteligencia de la Subzona 52, que sabía perfectamente lo que ocurría y había ocurrido, sin perder las imágenes.

- La película, para mi, tiene que ver mucho con el silencio, de los que no quieren hablar de su responsabilidad, de los que tienen miedo. Ahora, es llamativo que incluso entre los propios militares no se alertaran de que había alguien moviendo el avispero.

- Sí. Es que primero había una gimnasia del silencio, y una impunidad: todo subordinado, y para ellos la población era subordinada, sabía que no tenía que tocar determinados temas. Es lo que experimenté estando fuera del país, incluso. Al mismo tiempo, guardaban la esperanza de que esto no llegara a ningún lado, pero nunca avisarían a nadie, porque sería pasar vergüenza, quedar expuesto ante tus colegas.

- Y hablando del silencio, pero desde el otro lado, en muchas entrevistas aparece Esteban Buch pero no interviene, deja hablar. Hay una escena famosa, una entrevista al general Castelli, de hecho, lo dejan que se deshilache solo. ¿Había una estrategia charlada entre ustedes para generar silencios en la entrevista, esos espacios para que el otro hable?

- Creo que es algo que proviene de muchas charlas, muchos debates en la universidad donde yo estudié respecto a estrategias de entrevista y diálogo en cine documental, además de charlas con otros autores. Ahí, uno tenía algunos ejemplos muy a mano, por ejemplo el documentalista Eberhardt Fechner, que hizo un documental sobre el juicio a los responsables del campo de concentración de Majdanek: hizo entrevistas con víctimas y perpetradores. E hizo eso: los dejó hablar, no los interrumpía. Esperaba. Y eso lo charlamos mucho con Esteban: cuándo repreguntar, cómo repreguntar, buscar que la repregunta fuera lo más sencillo posible, cuánta información dar.

- La película termina diciendo: “Mi ciudad sigue su vida de siempre, ha abandonado a su hijo desaparecido. No teme que a sus próximos hijos les ocurra lo mismo”. “Juan…” se está proyectando más, se está viendo más en estos tiempos: que se vea en estos tiempos donde incluso desde lugares del poder se dicen cosas “como si nada hubiera sucedido”, ¿qué significa?

- La verdad, me impacta mucho. Cuando hice la película, quería que contribuyera a la memoria, a la verdad, con esperanza de que se hiciera justicia. Y la película fue parte de dos juicios. Pero cuando hice la película, esperaba que para este momento esos temas estuvieran saldados, clarificados, sólidos. Y creo que en gran parte de la población está saldado, pero lamentablemente aquellos que gobiernan hoy ponen en juego discusiones que ya deberían estar asumidas, que creo que están saldadas. Quizás se aprovechan de que en las nuevas generaciones no hay tanta información… No lo creo. Pero a través de los medios, de la cantidad de medios que operan con ellos, de pronto tratan de poner en tela de juicio conocimientos y valores que tenemos hace 40 años. Son discursos que también se escuchaban en los 80, en los medios, entre la clase política. Y ocurre esto de que de pronto, la película tiene vigencia por eso.

 

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