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Vacunadores platenses: relatos desde la primera trinchera de la prevención

Son alrededor de 900 en la Región Sanitaria que incluye a La Plata. La mayoría, mujeres de entre 25 y 30 años, estudiantes o graduadas de Medicina, Enfermería y Bioquímica. Historias con el acento en prevenir y contener

Vacunadores platenses: relatos desde la primera trinchera de la prevención

Prevención y contención, dos conceptos clave en el trabajo cotidiano de los vacunadores / Gonzalo calvelo

Omar Giménez
ogimenez@eldia.com

8 de Agosto de 2021 | 02:21
Edición impresa

Ayelén Escalante (27) tiene que hacer un esfuerzo para calcular a cuántas personas vacunó desde que, el 15 de marzo, se sumó a la posta de vacunación contra el Covid del hospital San Juan de Dios. Calcula basándose en un promedio de casos diarios y concluye que fueron más de 3.500 personas. Algunas en el propio hospital, otras durante postas itinerantes que recorrieron otros barrios casa por casa para detectar aquellos vecinos que podían vacunarse pero no se habían inscripto por no tener acceso a Internet. También le tocó vacunar en un hogar de ancianos y hacerlo a domicilio, yendo en una ambulancia para inmunizar a personas con problemas de movilidad.

Ayelén, que estudia medicina en la UNLP y antes de vacunar participó de los operativos DetectAR en los barrios como voluntaria, dice que su rol de vacunadora eventual contra el Covid la hace sentir “parte de un momento importante” y le brinda la satisfacción y la certeza de estar haciendo “lo que tiene que hacer”. Y no sólo eso: también la contacta con una experiencia donde al rol de la prevención se suma el de la contención, la lleva a vivir a casi a diario episodios conmovedores y le regala, con similar frecuencia, el agradecimiento de los vacunados.

Ayelén es apenas una entre los alrededor de 900 vacunadores que se desempeñan en la Región Sanitaria XI (que incluye a La Plata) aplicando las vacunas contra el Covid. Entre ellos la mayoría son mujeres, tienen entre 25 y 30 años y son estudiantes o graduadas de Enfermería, Medicina y Bioquímica que se formaron como vacunadores eventuales durante 2020 en las capacitaciones de la Escuela de Gobierno en Salud Floreal Ferrara.

A meses de iniciada la campaña y cuando durante la última semana se alcanzó en la Provincia la cifra de 10.000.000 de vacunados contra el Covid (los datos difundidos ayer indicaban que 10.113.946 recibieron la primera dosis y 3.036.628 ya están inmunizados con la segunda aplicación en territorio bonaerense), este diario consultó a vacunadores acerca de sus experiencias.

De su relato se desprende que a su rol de prevención suman con frecuencia el de contención de aquellas personas que se van a vacunar con dudas o ansiedad; destacan el agradecimiento de la gente, que se manifiesta de distintas formas (desde el regalo de facturas o tortas al pedido de que aparezcan en sus fotos de vacunación). Y sobre todo subrayan la satisfacción y el orgullo que sienten por aportar su granito de arena durante la crisis sanitaria. Como elige decir una de ellas, desde “otra cara” de la pandemia, “una que tiene más que ver con la solución, la salida”.

La puerta del reencuentro familiar

Samanta Cainzos (45) es odontóloga y no duda en definir a su presente de vacunadora eventual en el ex Sanatorio de la Carne de Berisso como “uno de los momentos más gratificante que he vivido en mis 21 años de trabajo en el ámbito de la salud”.

Aunque vacune sólo los fines de semana en esos días que le deja libre su trabajo de odontóloga, habla de su labor como de algo “súper enriquecedor”. Y agrega: “Amo este espacio que me permite colaborar con mi granito de arena en la pandemia”.

Entre los momentos más emotivos que le tocó vivir como vacunadora, menciona a los primeros días de la campaña, cuando se vacunaban los adultos mayores y las personas de riesgo.

Los regalos, desde facturas hasta aplausos, son una expresión típica del agradecimiento de los vacunados

“En ese momento la vacuna era la puerta del reencuentro familiar. Vacuné a muchos abuelos de más de 90 años muy emocionados porque sabían que a los pocos días podrían volver a ver a sus nietos después de mucho tiempo de haber estado alejados”.

Recuerda que en ese momento la dinámica de la vacunación tenía características que con el tiempo se fueron transformando.

“Eran los días en los que venían los abuelos y cada uno de ellos llegaba a la posta acompañado por un hijo, todos emocionados y agradecidos. La vacunación se celebraba con una foto que no faltaba nunca, porque era un momento que había que preservar, un acontecimiento familiar. En esos primeros tiempos era muy común que nos pidieran que saliéramos en la foto con ellos”, dice Samanta.

Con todo, otras formas de agradecimiento continuaron reiterándose de manera espontánea.

“Es muy común que la gente que llega al vacunatorio traiga facturas o tortas para los vacunadores y todo el equipo. Es un gesto que se repite mucho”, sostiene la odontóloga.

Destaca, además, que una de las funciones clave de los vacunadores es la de contener.

“Hay gente que llega al vacunatorio con una gran carga de ansiedad: sucedía con las personas mayores y más tarde, cuando aparecieron las primeras dosis de AstraZeneca hubo gente que manifestó sus dudas. En esos casos nuestra función es explicar y notamos cómo con la explicación va desapareciendo la ansiedad”, indica.

No tener días libres desde principios de año, cuando se sumó a la campaña de vacunación, no le pesa para nada, asegura. Al contrario. Dice disfrutar cada día que tiene que ir al vacunatorio como una experiencia única.

“Tengo tres hijos y ellos tampoco se quejan, porque me ven feliz. Y porque entienden que estoy en el lugar en el que tengo que estar en este momento. Desde donde puedo aportar”, concluye.

“Sentirse parte de un momento importante”

Ayelén Escalante tiene 27 años, es estudiante de Medicina y después de hacer la capacitación para vacunar en 2020, comenzó a desempeñarse como vacunadora eventual en el vacunatorio del hospital San Juan de Dios el 15 de marzo de este año. Vacunando de lunes a viernes a un promedio diario de entre 40 y 60 personas, calcula que ya aplicó la vacuna contra el Covid a más de 3.500 personas.

“Los primeros tiempos era la emoción de la gente mayor que después de tanto aislamiento empezaba a ver una salida de la pandemia a través de la vacunación. La mayoría de la gente se mostraba entusiasmada y emocionada. Algunos manifestaban miedos o dudas y creo que esa es la parte más importante de nuestro trabajo, despejar esas dudas, contener a la persona que se viene a vacunar”, cuenta Ayelén.

Entre las dudas más frecuentes que se planteaban, las más comunes se relacionaban con los posibles efectos adversos de cada vacuna.

“No tuvimos, en general malas experiencias. Sólo algunos casos de personas a las que se les bajó la presión por los nervios de la situación y no por efecto de la vacuna. Pero son casos que se cuentan con los dedos de una mano. O, cuando recién empezaron a llegar dosis de AstraZeneca, hubo mucha gente que planteaba sus dudas sobre efectos adversos y trombos, pero eso fue sólo al principio. Tampoco fue muy común que la gente preguntara qué vacuna le iban a dar antes de que se lo informaran. Y sólo vimos unos pocos casos de personas que prefirieron no recibir determinada vacuna y esperar otro turno. A veces, gente que pensaba que con determinada vacuna no iba a poder viajar fuera del país. Aunque en esos casos se les informaba que nada le garantizaba que en el siguiente turno no fueran a recibir la misma vacuna”.

Ayelén también destaca el agradecimiento de los vacunados y los frecuentes regalos.

“Lo más común son las facturas, las tortas, los paquetes de yerba que nos trae la gente que se viene a vacunar. Una vez nos regalaron una caja de bombones y un cartel que agradecía a ´todos los eslabones de la cadena de vacunación´. Algo que nos gustó mucho, porque acá todos somos importantes. Desde el que coordina hasta el que vacuna, pasando por el personal de limpieza. El cartel lo colgamos en el vacunatorio y todavía está ahí”, dice Ayelén.

En el plano personal, la estudiante de Medicina sostiene que su mejor premio es sentirse parte de un momento importante en el que “siento que estoy haciendo lo que tengo que hacer”.

“Desde lo profesional esto me permite complementar mi formación, al mismo tiempo que puedo poner en práctica lo que estudié y brindárselo a la comunidad”, dice Ayelén, quien no siempre vacunó en el San Juan de Dios: también le tocó hacerlo en un hogar de ancianos, participar de operativos itinerantes en barrios y hasta llevar la vacuna a domicilio a personas que no se podían movilizar.

“A veces la tecnología es una barrera para acceder a la vacuna. Eso lo noté cuando participé de una posta itinerante en un club de Ringuelet, desde donde salimos a recorrer el barrio casa por casa y logramos vacunar a personas que no se habían inmunizado porque no tenían acceso a Internet para anotarse”, explicó Ayelén.

La experiencia más dura

Ricardo Patricelli (40) es estudiante de enfermería y vacuna desde enero en el vacunatorio del hospital Elina de la Serna, aunque también vacunó en el comedor universitario, en un vacunatorio de Pami y en la Cooperativa Telefónica de Abasto.

Dice que la historia más dura que le tocó vivir como vacunador eventual ocurrió cuando un señor mayor que había recibido la primera dosis junto a su mujer volvió para ser inoculado para la segunda, pero sólo. Aquel hombre le contó que su esposa, que tenia comorbilidades, entre ellas diabetes y obesidad, había fallecido tras contagiarse Covid a pocos días de aquella primera aplicación.

Después alude a los impacientes y a los exigentes, otro tipo de personas a los que le tocó inmunizar y que cada tanto aparecen en los vacunatorios.

“El impaciente típico es un hombre mayor de 40 años que una vez que recibió la vacuna se quiere ir sin esperar el certificado, se muestra apurado e irritable”, describe.

Entre los exigentes destaca el caso de una señora que le pidió que no se le acercara con la jeringa si no usaba guantes.

“Le expliqué que los guantes no formaban parte del protocolo, que no eran necesarios, pero no hubo caso. Tuve que buscar guantes y ponérmelos, porque de otra forma no se quería vacunar”.

Con todo, cuenta Ricardo, se trata de los casos menos frecuentes: “lo más común es el agradecimiento. Y de entre éstos el más singular que me tocó vivir fue el de un grupo de personas que, después de que los vacunamos, se quedaron aplaudiéndonos. Así, de una manera tan espontánea como inesperada”.

 

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Prevención y contención, dos conceptos clave en el trabajo cotidiano de los vacunadores / Gonzalo calvelo

Ayelén Escalante (27), estudiante de Medicina “ Desde el 15 de marzo vacuné a más de 3.500 personas. La mayoría en el hospital San Juan de Dios, pero también en postas itinerantes en barrios donde íbamos casa por casa y en domicilios de personas con problemas de movilidad. Mi mayor satisfacción es la certeza de estar donde tengo que estar en un momento importante”

Samanta Cainzos (45), odontóloga (en la foto junto a Roxana Allaira) “ El momento más emotivo fue cuando llegaron los abuelos. Para ellos la vacuna era la puerta del reencuentro familiar. Y las familias nos pedían que salgamos en sus fotos. Esta vacunación representa para mi uno de los momentos más gratificantes que he vivido en mis 21 años de trabajo en el ámbito de la salud”.

Ricardo Patricelli (40), estudiante de Enfermería “ La historia más dura que viví como vacunador ocurrió cuando un señor mayor que había recibido la primera dosis junto a su mujer volvió para ser inoculado con la segunda, pero sólo. Me contó que su esposa, que tenia comorbilidades, había fallecido tras contagiarse poco después de aquella primera aplicación”

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