Héctor Oscar Arrese Igor

El fallecimiento del profesor Héctor Oscar Arrese Igor generó un profundo dolor en el ámbito académico. Intelectual de renombre, era un apasionado de la filosofía, disciplina a través de la cual canalizó su curiosidad por el mundo y su fuerte vocación docente.

Había nacido en La Plata el 13 de noviembre 1971, siendo uno de los seis hijos varones del matrimonio conformado por Félix Arrese Igor y Mimí Cordero. Siendo niño se trasladó junto a su familia a Chascomús, donde completó la primaria en el Instituto Corazón de María y la secundaria en la Escuela Normal.

Su inclinación por el pensamiento hizo que se decantara por estudiar Filosofía en la UNLP, donde, tras licenciarse, obtuvo el doctorado con la tesis “Autoconciencia, Alteridad y Estado en las teorías de Hermann Cohen y Johann G. Fichte”. La calidad de ese trabajo le abriría las puertas para seguir su formación en distintas casas de estudio, en particular en Alemania, donde fue becario por el DAAD en la Universidad de Halle y becario por el Programa de Re-invitación en la Universidad de Heidelberg.

Figura relevante del mundo universitario, ocupó, entre otros cargos, el de profesor asociado ordinario de Filosofía de los siglos XIX y XX, Ética y Teoría Política en la Universidad Pedagógica de la Provincia de Buenos Aires; y el de Profesor Titular de Filosofía Social de la facultad de Trabajo Social (UNLP). También investigó en el Conicet.

Ameno conferencista, dictó seminarios, dirigió tesis, escribió numerosos artículos especializados y participó de coloquios alrededor del diálogo entre filosofía y educación. En todas esas instancias mostró “la solidez teórica que acredita su currículum”, destacaron colegas y alumnos.

Pero Toto, como le decían muchos, “unía a esa formación teórica de excelencia y a una inteligencia privilegiada, una cualidad humana que lo distinguía. Sencillo y afable, generoso con lo que sabía, siempre dispuesto a colaborar con lo que se le pidiera, era de esas personas que aún viviendo en otro lugar siempre estaba presente”, subrayaron.

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Pese a su sólida formación, “nunca habló desde un pedestal”, sino que cualquier tema complejo lo hacía sencillo para sus interlocutores.

Tuvo incontables amigos y disfrutó especialmente de compartir el tiempo con sus nueve sobrinos.

Su partida representa una pérdida irreparable para el campo de la filosofía en Argentina, tanto por su agudeza académica como por sus cualidades humanas, que lo convirtieron en un intelectual tan respetado como querido.