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Información General |CORONAVIRUS E INFANCIA

Las esquirlas de la pandemia pegan fuerte en la situación de los chicos

Si bien no son los principales afectados por el COVID, la crisis sanitaria los alcanzó con un impacto múltiple, incrementando la inseguridad alimentaria, postergando su acceso a la salud y hasta aumentando el maltrato

Las esquirlas de la pandemia pegan fuerte en la situación de los chicos

Omar Giménez
ogimenez@eldia.com

13 de Diciembre de 2020 | 02:19
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De sus recorridas por los barrios vulnerables del sur de La Plata durante lo más duro de la pandemia y del Aislamiento Social Preventivo Obligatorio (ASPO), Pablo Pérez, coordinador de La Plata Solidaria, recuerda particularmente el impacto de la situación en la alimentación de muchos hogares con chicos: “no sólo se comía poco. Se comía muy mal. Mientras repartíamos alimentos de donaciones visitábamos casas donde llevaban cuatro días comiendo fideos. Durante lo peor del ASPO, la única carne que se consumió en los barrios populares fue la de pollo y sólo en algunos pocos casos se comían carnes rojas. Y los lácteos se reducían, en la mayoría de los casos, a la leche en polvo que venía en los bolsones que se repartían en las escuelas. La alimentación durante ese período se vio muy afectada en los barrios tanto en cantidad como en calidad. Y aunque ahora ya hay movimiento y las cosas mejoraron un poco, la situación sigue siendo complicada”, dice Pérez, quien destaca que el aspecto alimentario es, con todo, apenas uno de los impactos de la pandemia sobre la infancia vulnerable: otros de los que menciona fueron la postergación de las consultas médicas y el deterioro del vínculo de los chicos con la escuela.

El impacto de la pandemia y el aislamiento sobre las infancias es múltiple, según indica un trabajo difundido en las últimas horas por la Universidad Católica Argentina, que destaca, entre los principales de esos efectos, el aumento de la inseguridad alimentaria entre chicos y chicas de entre 5 y 17 años; la postergación de las consultas médicas de niños, niñas y adolescentes; el aumento de las agresiones intrafamiliares y el deterioro de la conexión con la escuela, sobre todo en los niños, niñas y adolescentes de estratos más vulnerables.

El informe “Efectos del ASPO-COVID-19 en el desarrollo humano de las infancias argentinas”, elaborado por el Observatorio de la Deuda Social Argentina se basó en un relevamiento que incluyó a 5.728 hogares en los que viven 17.920 personas, de las cuales 4.220 son niños.

La principal conclusión que arroja el trabajo es que, a pesar de no haber sido centralmente afectados por la enfermedad, los niños, niñas y adolescentes sufrieron un fuerte impacto derivado de la pandemia y el aislamiento.

En tal sentido, destaca que la pandemia y el ASPO han “limitado de modo particular los procesos de socialización secundario de niñas, niños y adolescentes” (...) y que “la situación de aislamiento, sostenida en el tiempo ha producido un incremento de la vulnerabilidad de las infancias en el pleno ejercicio de múltiples derechos. Si bien se trata de una problemática que atraviesa a diferentes infancias, probablemente ha tenido un impacto más profundo en los hogares con menores recursos socioeconómicos, psicológicos, educativos y de capital social”.

A partir de las conclusiones del informe este diario consultó a referentes que trabajan con las infancias en los barrios platenses, quienes dieron su visión sobre el impacto de la pandemia entre los chicos y adolescentes.

ALIMENTACIÓN Y POBREZA

El trabajo destaca un incremento de la inseguridad alimentaria, entre chicos y adolescentes de entre 5 y 17 años, que se asocia a un descenso de la ayuda alimentaria directa de escuelas y comedores durante la pandemia. Sostiene, además, que la franja de 0 a 4 años fue la que resultó más protegida por la cobertura de la Tarjeta Alimentaria.

El trabajo destaca que entre 2019 y 2020 la inseguridad alimentaria entre chicos y adolescentes tuvo un aumento de 4 puntos porcentuales y la inseguridad alimentaria grave un crecimiento de 1,5 puntos porcentuales. Al mismo tiempo, la ayuda alimentaria directa a través de escuelas y comedores, bajó 16 puntos porcentuales en el período considerado (del 39,2 al 23,2%).

Los más afectados por el crecimiento de la inseguridad alimentaria fueron los adolescentes de entre 13 y 17 años, entre quienes este indicador se elevó 7,1 puntos porcentuales. El segundo grupo de edad más impactado fue el que va de los 5 a los 12 años: entre esos chicos, la inseguridad alimentaria creció 4,2 puntos porcentuales, según el informe. Y el deterioro fue mayor en el estrato ocupacional bajo integrado, que registró una suba de 8 puntos porcentuales.

El trabajo también analiza la evolución de la pobreza entre niños, niñas y adolescentes y determina que en el último período interanual se registró un incremento de este indicador entre los menores que afectó en mayor medida a los niños de entre 5 y 12 años y a adolescentes de entre 13 y 17 . Entre ellos, sobre todo a los pertenecientes a los estratos bajo trabajador marginal y bajo integrado.

“En el caso de la indigencia se advierte con más claridad la protección social de la primera infancia: entre éstos cae la indigencia 3,3 puntos porcentuales, mientras que entre los adolescentes sube 6,6 p.p. Es notable la mayor vulnerabilidad, durante este período, a caer en la indigencia de los niños y niñas de los estratos bajos obreros integrados”, indica el estudio.

LA SALUD, POSTERGADA

Otro de los aspectos que revela el informe es que, durante la pandemia y el ASPO se incrementaron “de manera exponencial” los déficits en la realización de controles de salud periódicos de niños niñas y adolescentes.

Aunque esta es una variable que tuvo una evolución relativamente estable a lo largo de la década, en la que ese problema siempre existió, el déficit de controles de salud se incrementó 11,7 puntos porcentuales y el déficit de atención bucal aumentó 23,1 puntos porcentuales afectando al 30,7% y al 65% respectivamente en el período considerado.

Este déficit se incrementa a medida que sube la edad y tiene mayor incidencia entre adolescentes y niños en edad escolar, aunque el informe considera un dato no menor que se haya duplicado en la primera infancia.

Otro dato que el estudio destaca como “curioso” es que este déficit en el contacto con el sistema de salud se produjo en todas las infancias “con relativa independencia de su estrato socioeconómico”.

En el apartado en que considera el derecho al hábitat digno en el marco de la pandemia y el aislamiento, el trabajo destaca como preocupante “el leve incremento del déficit de saneamiento que es especialmente sensible a la necesidad de higiene que exigen los protocolos preventivos ante el COVID, situación que empeoró en los estratos sociales más bajos y en el Conurbano bonaerense”.

Destacó además que en esos sectores las condiciones de precariedad de las viviendas y el hacinamiento dificultaron mucho los procesos de crianza, socialización y educación de infancias y adolescencias.


Silvia Valenzuela, Coordinadora centro CONIN Los Hornos.- “En la zona donde trabajo el acceso a los alimentos no se resintió por la provisión de las escuelas y por una fuerte cantidad de donaciones. Sí se postergaron consultas médicas” 

En ese sentido, el estudio detecta durante la pandemia y el aislamiento cambios regresivos en los estilos de crianza negativos.

Según el estudio, durante el aislamiento los gritos y las penitencias se incrementaron en 20 puntos porcentuales y la violencia física en 7,5 puntos porcentuales.

Estas últimas aumentaron, consigna el trabajo, sobre todo en el estrato social bajo marginal y en todos los grupos de edad.

Los autores del trabajo conjeturan que “por diferentes motivos, los hogares con niños/niñas y adolescentes con el correr del tiempo y la extensión del ASPO experimentaron situaciones de tensión que probablemente repercutieron en los estilos de crianza”.


Pablo Pérez Coordinador, La Plata Solidaria .- “La alimentación en los barrios vulnerables, sobre todo del sur de la Ciudad, se empobreció: casi sin carnes rojas, sin lácteos, salvo la leche en polvo de los bolsones, ni frutas ni verduras” 

Por otra parte, también en el mismo renglón, se detectó un déficit de actividad física estructurada extra escolar que se incrementó 10,7 puntos porcentuales, aún cuando la medición se hizo cuando ya estaban permitidas las salidas recreativas.

Paralelamente, el uso de pantallas se incrementó 10 puntos porcentuales.

Estos dos factores afectaron especialmente a los niños, niñas y adolescentes de los estratos medios profesionales y no profesionales.

En el estrato medio profesional (el que mantuvo la mayor continuidad educativa a través de plataformas virtuales) el comportamiento sedentario frente a pantallas se incrementó exponencialmente.

El trabajo detecta un aumento de la conectividad de niños, niñas y adolescentes durante la pandemia y un descenso del trabajo infantil.

EDUCACIÓN Y DESIGUALDAD

En lo que hace al contacto con la escuela durante el ASPO indica que “la probabilidad de haber perdido contacto con los docentes se incrementa a medida que disminuye el estrato socioeconómico de los hogares, llegando al 5% en las infancias del estrato trabajador marginal.

Destaca que las desigualdades sociales en este terreno fueron muy significativas: un estudiante del estrato medio profesional se estima que tuvo seis chances más de conectarse vía plataformas virtuales con sus docentes que un par de estrato bajo marginal. La brecha de desigualdad, se estima en casi 4 veces en la educación inicial, 8 veces en la primaria y 5 en la secundaria.

Se observa una aproximación a las desigualdades en el tipo de comunicación principal que mantuvo los chicos de cada nivel educativo con sus docentes.

Así, la comunicación a través de redes sociales fue más frecuente en los estratos sociales más bajos y en la educación inicial y primaria, mientras que los estratos sociales más aventajaos utilizaron prioritariamente plataformas virtuales.

 

POR LA PANDEMIA
ALERTAN POR EL AUMENTO DEL HAMBRE EN LATINOAMÉRICA

El Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU urgió a tomar medidas para enfrentar el hambre en América Latina, agravado por la pandemia y los desastres naturales, bajo el riesgo de que se incremente la violencia, la migración y los protestas sociales en la región.

“Las encuestas que hacemos en los países en los que tenemos presencia es que había 3,5 millones de personas en inseguridad alimentaria severa, y hoy día tenemos más de 17 millones”, afirmó el director del PMA para América Latina y el Caribe, el peruano Miguel Barreto, durante una visita a Managua.

“Es una situación bastante crítica” si se tiene en cuenta que las cifras no incluyen “a las personas en situación de inseguridad alimentaria moderada, o sea aquellas que pueden comer un día sí y otro no”, señaló.

Explicó que estos 14 millones de personas más en la lista “no tienen alimentos”, no solo por el impacto de COVID-19, “sino por las medidas de aislamiento social que han impedido que la gente” genere ingresos para sobrevivir.

Aunque “no hay una medición constante, lo que podemos decir es que en América Latina tenemos un fenómeno de desnutrición crónica estandarizado superior al 16% que todavía sigue siendo muy alto”, puntualizó.

Indicó los países “muy afectados en seguridad alimentaria severa en los últimos años han sido Perú y Colombia”. Y “si hablamos de desnutrición crónica, el país más afectado es Guatemala, seguido de Haití”.

Para el director regional del PMA, programa que este año recibió el Premio Nobel de la Paz, “con hambre no podemos alcanzar paz”. En América Latina, “si no llegamos con la seguridad alimentaria adecuada, va a haber más criminalidad, más migración, más violencia, más levantamientos sociales”, agregó.

Barreto estimó que los problemas de acceso a alimentos en Latinoamérica también están vinculados a la violencia, la migración, la inequidad social y el cambio climático, que provocaron por ejemplo que dos potentes huracanes -Eta e Iota- golpearan en noviembre una gran parte de América Central.

“Esta situación no la he visto antes en esta región, es la primera vez”, reconoció Barreto.

Barreto coincidió con el director global del PMA, el estadounidense David Beasley, en que el mundo vive “una pandemia de hambre, que se va a seguir incrementado en los próximos meses, considerando que el decrecimiento económico para América Latina está estimado entre 9 y 10 puntos debido al impacto del COVID-19”.

 

TESTIMONIOS
DIETA EMPOBRECIDA Y SALUD POSTERGADA: EL IMPACTO EN LOS BARRIOS PLATENSES
Referentes barriales dicen que la calidad de la alimentación en los sectores más vulnerables se resintió con la pandemia

Martín Giménez cuenta que abrió un merendero en Hernández en marzo, como una forma de dar una mano en un barrio donde la situación alimentaria se deterioraba día a día de la mano de la pandemia y el aislamiento: “Cuando recién empezamos venían a comer 15 familias. Ahora lo hacen entre 30 y 40, lo que implica alrededor de 80 chicos”, dice Giménez, quien agrega que “siempre fuimos de ayudar en el barrio y cuando empezó la pandemia y el ASPO la gente empezó a venir a pedir que les diéramos algo. Entonces decidimos empezar a cocinar”.

Desde entonces, el merendero, que está en 134 entre 528 y 520, ofrece meriendas tres días a la semana (lunes miércoles y viernes) y viandas los martes y jueves. Actualmente, dice Giménez, son hasta 130 raciones las que cocinan a partir de los alimentos que le llegan por donaciones privadas, el comité de crisis o el municipio.


Martín Giménez, coordinador de un merendero en Hernández.- “En marzo abrimos un merendero en Hernández ante el crecimiento de la demanda de alimentos de los vecinos. Al principio venían a comer 15 familias. Actualmente vienen treinta, entre ellos 80 chicos. Con la mayor apertura la demanda de meriendas y viandas no merma, se mantiene más o menos igual. El impacto en la alimentación es grande”

“Ahora que las cosas se están abriendo seguimos teniendo la misma demanda”, dice Giménez, que en los últimos días motoriza una campaña de donaciones que no sólo contemple los alimentos -siempre necesarios para el comedor- sino también los juguetes y los productos navideños con miras a las Fiestas.

Según destaca Pablo Pérez, de La Plata Solidaria., “la situación alimentaria de los barrios, sobre todo en la zona sur, se complicó mucho con la pandemia y la cuarentena, porque si bien se distribuyeron alimentos, esa distribución fue muchas veces caótica y mal sincronizada. Además, hubo un fuerte deterioro de la calidad de la alimentación de las familias, que empezaron a comer muchos farináceos, poca carne, pocos lácteos y pocas verduras”, sostiene.

Silvia Valenzuela, coordinadora del centro CONIN de Los Hornos, describe la experiencia que vivió durante el ASPO en ese barrio de una manera distinta: “la ayuda alimentaria, al menos en el barrio donde está nuestro centro, llegó a través de los bolsones que se repartían en las escuelas y además hubo un auge de la solidaridad, se donaron muchísimos alimentos. Además, la gente, obligada a estar en su casa, cocinó más y comió un poco mejor”.

Uno de los aspectos más preocupantes del impacto de la pandemia y el aislamiento entre los chicos de los barrios, según Pablo Pérez, fue la postergación, en el momento de mayores restricciones, de las consultas médicas preventivas.

Según indica el pediatra platense Mariano Girini, un relevamiento del Servicio de Area Programática del Hospital Gutiérrez desarrollado durante la cuarentena mas estricta reveló que el 80% de los chicos menores de dos años no había tenido controles médicos durante la pandemia y lo mismo sucedía con el 40% de las embarazadas.


Mariano Girini, Médico pediatra.- “Hay que desmitificar la idea de que la gente dejó de hacerse controles preventivos (y de llevar a los chicos) durante el ASPO porque tenia miedo al coronavirus. Se alejó porque la oferta del sistema de salud disminuyó”

Para Girini, que además de desempeñarse en ese servicio trabajó en unidades sanitarias de los barrios El Mercadito y La Isla, “es un mito que el miedo de la gente al coronavirus los haya alejado del sistema de salud. Lo que sucedió es que bajó mucho la oferta de servicios de salud en el inicio de la cuarentena, cuando no se atendían más que urgencias y se presentaron algunos problemas en las unidades sanitarias por falta de insumos”, sostiene.

Esta situación, dice Girini, se extendió entre marzo y julio y afectó “no sólo a los chicos , sino también a los adultos, a personas con enfermedades crónicas como la hipertensión o la diabetes, que postergaron exámenes preventivos y se distanciaron del sistema de salud”.

Para el profesional, si bien en los últimos tiempos se nota una mayor oferta de servicios de salud, todavía “las cosas están a media máquina, con el personal de salud con un gran desgaste y sin posibilidad de tomarse licencias después de haber transitado momentos de mucha carga emocional”

 

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