OCURRIÓ EN LA PLATA

La conexión Frank Sinatra, y el hombre del reloj que costaba como un departamento

La muerte del martillero José Luis Salas produjo un estallido en un sector de la sociedad platense. La verdad sobre la forma en que falleció

La conexión Frank Sinatra, y el hombre del reloj que costaba como un departamento

Por HIPÓLITO SANZONE

hsanzone@eldia.com

“El reloj que tiene puesto cuesta como el departamento que me quiero comprar”.

A simple vista parecía que el muchacho, un empleado judicial, exageraba. Pero se trataba de un Oyster Perpetual Submariner Rolex. Así, con semejante “tacho” en la muñeca izquierda, se presentaba a declarar uno de los testigos clave de un caso que sacudiría a la Ciudad.

Más que sacudirla, la iba a zamarrear, la tomaría de las solapas y dejaría una marca en buena parte de la clase “media-media, media alta y alta”. En rigor, un segmento de la sociedad en el que había desde grandes empresarios hasta personas que habían vendido su casa para poner el dinero a “trabajar”.

Y no cabían en el asombro, la bronca, el miedo y la desesperación ante la noticia de la extraña muerte del “financista” José Luis Salas.

Contarían luego que el del Submariner no tenía la menor intención de hacer ostentación y que ese día el tipo pensaba en cualquier cosa menos en su aspecto. Su preocupación mayor era que en algún momento de su testimonio pasara de testigo a imputado, cosa que los profesionales del Derecho dicen que suele ocurrir en más de una audiencia.

E incluso decían que el hombre jamás se había sumergido más allá de la parte honda de una piscina familiar, de manera que la posesión de ese histórico reloj que la Rolex le dedicó a los y las amantes del buceo y la caza submarina, bien podía considerarse una de las tantas paparruchadas del consumismo que marcó esa década. Si hasta se decía que había personas que compraban bordeadoras de pasto, siendo que vivían en un cuarto piso y en ese contexto podía esperarse cualquier cosa.

Cuando los fiscales y la Científica llegaron a “La Chacra”, estaba lleno de gente rara

EL EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO

En la investigación por lo que judicialmente se cerró como un caso de suicidio, se dijo que Salas ofrecía a sus inversores hasta el 11 por ciento de interés mensual en dólares. Pero como judicialmente una cosa no tenía nada que ver con la otra, solo se le dio curso a la causa del suicidio.

Se calcula que el volumen de dinero que movía Salas superaba los 100 millones de dólares y para tener una idea de lo que eso significaba, el Banco Municipal de La Plata era por entonces el que más depósitos tenía en la Región después del Provincia con 200 millones. Se decía que Salas había logrado captar a parte de los platenses que habían salido menos heridos de la escandalosa caída del Banco Crédito Provincial, BCP, que en su momento de esplendor llegó a tener depósitos por 300 millones de pesos-dólares. A partir de esto, podía decirse que la “financiera” de Salas era un banco.

“La única diferencia es que nosotros no cobramos impuestos”, solía bromear Salas.

Salas tenía 39 años, era martillero, tenía esposa e hijos pequeños. Era devoto católico, de ir al Vaticano en Semana Santa y citar seguido pasajes del Evangelio según San Mateo.

Apareció ahorcado en su casa de Villa Elisa, en la mañana del 18 de octubre de 1999.

GENTE RARA

Las cosas raras en esa investigación empezaron desde el principio. Por ejemplo, antes de que llegaran la policía, el fiscal y la Científica, el lugar estaba lleno de “gente rara”, si por rara se permite que no eran familiares, ni amigos, ni vecinos. Y el más raro de todos era un tipo como de unos 40 años largos, alto y pelado. Y aunque ya se sabe que las apariencias engañan, cuentan que llamó la atención la cara de malo de película de gánsters que tenía aquel individuo.

“Secretaría de Inteligencia del Estado, SIDE”, dijo el tipo como forma de presentarse. Pero antes de que el supuesto espía pudiese mostrar una credencial, el fiscal Marcelo Romero ya había ordenado que lo echaran de ahí. A él a y todos los “raros” que andaban de paseo por la periferia de esa escena, que a esa altura no se sabía si era la escena de un crimen. Mientras esto ocurría en Villa Elisa, en La Plata una persona “de confianza” se llevaba el CPU de la computadora del fallecido.

El hombre del reloj que costaba como un departamento declararía durante siete horas ante los fiscales Marcelo Romero y Alejandro Villordo. Y aportaría datos de los que se darían en llamar “comisionistas”, incluyéndose él mismo en esa condición.

Se trataba de los principales actores de un entramado de captación de inversiones que en lo formal se canalizaban a través de la financiera Los Girasoles, que funcionaba en la casa de la madre de Salas, en la zona de 2 y 61. En la membresia se presentaba como “Escritorio Los Girasoles”.

VÍA COLOMBIA Y LA PISTA FRANK SINATRA

En aquella extensa declaración, el hombre del Rolex habló también de “referentes”, como aseguró que Salas llamaba a algunos de esos comisionistas. Y dio más de una veintena de nombres y apellidos vinculados a diferentes ámbitos de la vida social platense, incluyendo al rugby, al fútbol y a varias actividades empresarias y profesionales. Con los nombres que dio se pudo armar una pequeña guía telefónica de “inversionistas e inversores” entre los que figuraba una aristocrática mujer “de cabello corto y canoso” que solía tener acceso a ciertos círculos sociales del rango ABC1 de la Ciudad.

“Yo también tengo plata en lo de Salas”, era, a esa altura, una especie de contraseña que se oía por lo bajo pero también a viva voz, en numerosas charlas familiares y encuentros de amigos.

Con las hipótesis que llegaron a manejar los fiscales sobre el origen de todo el dinero que entraba y salía de Los Girasoles, se podrían haber escrito varias novelas.

Por ejemplo, cuando se supo que el pasaporte de uno de esos “referentes” estaba cargado de sellos del aeropuerto de El Dorado, en Bogotá. Y como era de esperar, se disparó la infaltable pista narco. Ya habían pasado seis años desde que a Pablo Emilio Escobar Gaviria, el más grande narcotraficante de la historia por fama y fortuna, lo habían cosido a balazos sobre el techo de una vivienda del barrio Los Olivos, en su “Medallo”, aunque todavía queden colombianos y colombianas convencidos de que el hombre se suicidó o que levantó las manos para entregarse y fue ejecutado. En su lugar habían crecido con fuerza otras organizaciones, como la de Los Caballeros de Cali, que se habían repartido poder y territorios del venido abajo Cartel de Medellín. Pero en el caso Salas la pista narco quedaría en el cuaderno de los investigadores platenses como un garabato más, una lastimosa pérdida de tiempo. Lo mismo pasaría con la denominada “Conexión Frank Sinatra”, que le quitaría a los fiscales valiosas horas de trabajo y de sueño, hasta terminar en la nada.

El legandario cantante había muerto un año antes pero seguían vigentes las historias sobre sus conexiones con la mafia neoyorquyina. Y aquí se seguía recordando su paso por el Sheraton Hotel de Retiro cuando Palito Ortega lo trajo en 1981 para un exclusivo show a mil dólares la entrada que resultó un estrepitoso fracaso económico para su organizador.

¿De dónde salió la versión sobre la conexión Frank Sinatra en el caso del platense José Luis Salas?

A más de dos décadas de haberse cerrado la causa, el fiscal Marcelo Romero recuerda que esa “pista” fue una de las tantas de corte disparatado que llegaron a su mesa de trabajo, en medio de la conmoción que generaba el caso.

“Decían que personas vinculadas a Sinatra habían puesto dinero en esa mesa o financiera que había creado Salas”, contaría el fiscal.

EN UNA MESA DEL BAR MARHO

Si tiene algo de cierta esa creencia que dice que cuando a una persona le chiflan los oídos es porque alguien está hablando mal de ella, por aquellos días al fiscal Romero el zumbido debió haberlo enloquecido.

Es que tres palabras le bastaron para tirarse encima a, como se decía “las tres cuartas partes de la ciudad económicamente fuerte”. Y esas fueron “no hay víctimas”. La investigación obviamente no se refería a la muerte de Salas sino al tendal de ahorristas que habían quedado en el camino de su trágica muerte.

“Si yo le propongo a usted venderle un BMW último modelo a 10 mil pesos, usted tiene que darse cuenta de que hay algo raro. Lo mismo había pasado con esas personas que reclamaban justicia. Los intereses que esa especie de financiera ofrecía no tenían nada que ver con la realidad económica del país”.

Es que la llamada convertibilidad ponía en modo disparate el monto de los intereses en dólares que Salas ofrecía a su clientela. En esa “tómbola”, palabra que por usarla también le generó al fiscal más de un insulto, habría grandes ganadores, que serían los menos y todavía más grandes perdedores, que resultarían los más.

¿A que se dedicaba concretamente Salas?

“A resolver problemas temporales de solvencia a empresas del sector financiero”, señaló un conocedor del tema y de esa época. Es que mientras para algunos la fiebre del uno a uno los hacía flotar en el paraíso del consumo, a otros los acercaba más y más al infierno de los “problemas temporales de solvencia”.

“Después del escandaloso Caso Salas, hasta no hace muchos años, La Plata ha estado entre las tres ciudades argentinas donde se concentra la mayor cantidad de plazos fijos bancarios”, apuntó la fuente, como para dar una idea del poder de ahorro que, crisis diversas mediante, ha exhibido la Ciudad.

Dicen que lo de Salas empezó en el despunte de los 90 en una mesa de sábado por la mañana en el Marho, un extinto bar de 8 y 48 que le disputaba al Costa Azul una parte de la concurrencia “bien platense”.

“Si me das $ 1.000, en un mes te devuelvo $ 1.100”, le dijo Salas a una de las tres personas que esa mañana compartían la mesa de café. Aseguran que ahí empezó todo.

LA PLATA NEGRA DE LA SIDE

En su declaración , el hombre del Rolex que costaba como un departamento mencionó a un supuesto agente de la SIDE. Lo identificó con el mismo apellido compuesto que el de un prestigioso médico platense, radical, que de haber sido cierta la identidad del supuesto espía, nada tenía que ver con él. Ni el más remoto parentesco.

Y lo ubicó como una pieza importante en el andamiaje de captación de inversiones que había construido Salas.

Surgiría así la hipótesis de que a Los Girasoles no solamente entraba dinero de los casi 2.000 ahorristas que componían la cartera de vecinos platenses sino que también había una puerta para el ingreso de lo que se daba en llamar “la plata negra de la Side”.

El manejo de los denominados “fondos reservados” de los organismos de Inteligencia y Seguridad, ha sido desde siempre una papa caliente. Dependen y forman parte de un andamiaje económico y financiero tan intrincado como los secretos que se manejan en esos ámbitos. Y más allá del presupuesto oficial con que se pagan desde los salarios del personal hasta el café que toman y convidan, hay “otra caja”, de la que sale el dinero para gastos tan diversos como el pago a un informante, por ejemplo.

En aquellos 90 impregnados del horror por las voladuras de la embajada de Israel y la AMIA, se aseguraba que había más disponibilidad que nunca para el financiamiento de operaciones vinculadas a investigar esos hechos o a prevenir la posibilidad de que el país fuese escenario de nuevos objetivos del terrorismo internacional.

En los poco iluminados pasillos de ese ambiente, se hablaba de “una vaquita”, armada con dinero de supuestas operaciones de Inteligencia que bien podían esperar uno o dos meses, mientras generaban intereses en dólares. Se especulaba con que el inesperado retiro de ese dinero a causa de una supuesta interna entre espías, pudo haber sido un factor determinante del desastre.

Decenas de ahorristas se reunían frente a Los Girasoles

EL CÓDIGO DE HONOR

El testigo contaría que en los últimos días antes de lo que la Justicia entendió que había sido un suicidio, Salas le reclamaba a los comisionistas que redoblaran esfuerzos para hacer ingresar “plata fresca” y aludía a ciertos problemas que, decía, se solucionarían rápidamente, sobre todo después de las elecciones de ese año.

Para entender mejor aquel contexto, debe recordarse que ninguno de los dos candidatos a la presidencia de la Nación, Eduardo Duhalde por el peronismo y Fernando de la Rúa por la UCR en una alianza con sectores de la centro izquierda que luego se bajarían del gobierno, hablaba de poner fin a la convertibilidad. En sus discursos de campaña se ocupaban de dejar bien claro que un peso iba a seguir siendo un dólar. Por abajo, la realidad que asomaba era otra y acaso eso también contribuyó al derrumbe del castillo de arena que había construido Salas y por cuyos salones se paseaban, felices, cientos y cientos de platenses.

Cuatro días antes del suicidio, el 14 de octubre, Salas habría enviado a sus comisionistas una suerte de ultimátum. Les habló de respetar un “código de honor”. Les dijo que si no lograban una inyección de dinero fresco, él empezaba a planear su retirada del negocio que, en términos técnicos, dio en llamar “desprogramación”.

Al día siguiente vencerían varios documentos de deuda y como el dinero no aparecía, uno de los comisionistas puso en su casa un cartel con el aviso de “cerrado por duelo”. ¿Fue sólo una mentira para ganar tiempo, una premonición o el hombre sabía o intuía algo más?

MENSAJE MAFIOSO

El 17 de octubre los comisionistas y no pocos “inversores” caminaban por las paredes. Y todo fue peor cuando la madre de Salas les contó que su hijo le había dejado una nota a su esposa recomendándole que cuide a sus hijos.

En medio de todo eso, la entonces novia de uno de los comisionistas recibió un mensaje mafioso de parte de un tal José y de otro sujeto que dijo ser miembro del Servicio Penitenciario Bonaerense.

Salas llamaba a su casa de Villa Elisa “La Chacra” y siempre que podía andaba en bombachas de gaucho y otras prendas campestres. Coleccionaba mates y cinturones gauchescos. Acaso como una ironía del destino, se ahorcó con una linga de remolque, de plástico amarillo, de esas que se vendían entre otras chucherías importadas que le pasaban diariamente la lima a la industria nacional.

Haber encontrado a Salas colgado del tirante de una cama cucheta, a muy baja altura, disparó una catarata de suspicacias y especulaciones.

“No se necesita contar con un tirante a gran altura, no se necesita mucho espacio y el elemento para el ahorcamiento puede ser desde una soga hasta una prenda de vestir”, diría uno de los especialistas que se vincularon con el caso. Después de atarse el cuello, Salas se arrodilló y echó su cuerpo hacia adelante.

¿CRIMEN O SUICIDIO?

En “Historia de la Ciencia Forense”, Frank Smyth, se refiere al delgado límite entre las evidencias de un suicidio y de un homicidio “disfrazado”.

“Cualquier error o juicio apresurado por parte del forense puede llevar a confundir un suicidio con un crimen en el que sus autores dejaron una escena preparada para mostrar que la víctima se ahorcó”.

Y se explicaba que en los suicidios por ahorcamiento, la muerte se produce de tres maneras posibles: “ruptura u obstrucción de los vasos sanguíneos del cerebro por la presión sobre los vasos del cuello, obstrucción de la tráquea o ambas cosas a la vez. La cuerda utilizada deja profundas marcas en los puntos de la piel donde se ejerció presión, de manera que el forense puede decir si los delicados huesos del cartílago tiroideo fueron rotos por la cuerda o por estrangulación manual”.

La conclusión es, entonces, que “como la magulladura es causada por la rotura de los pequeños vasos sanguíneos capilares, una cuerda puesta alrededor del cuello después de producida la muerte, no mostraría tal marca al ser retirada”. Es decir que un intento por simular que Salas se había ahorcado cuando en realidad había sido asesinado, hubiese quedado claramente a la luz.

Siguiendo el viejo dicho de “los muertos pueden hablar”, Salas no dio indicios de haber sido asesinado. Ni su cadáver, ni la ropa que llevaba puesta, ni la habitación donde fue hallado dejaron evidencias de que una situación violenta se hubiera desarrollado ahí. La cercana presencia de una mucama y un casero, alentaron la idea de que tampoco pudo haber una o más personas amenazando a Salas para obligarlo a ahorcarse.

LA FORENSE QUE SOSPECHÓ

Sin embargo, dos marcas encontradas por una médica forense abrieron en la investigación sospecha de un suicidio inducido.

La autopsia se hizo entre 10 y 15 horas después de producida la muerte. Se aclaraba que había sido hecha al cadáver de un hombre de 1,74 de estatura y de 90 kilogramos de peso.

En su informe la forense mencionó la existencia de “esquimosis subjuntival bilateral; protrusión lingual en ambas arcas dentarias y cianosis cervofacial” y señaló la presencia en el cuello de un “surco horizontal completo supratiroideo con segundo surco que parte de la región anterior del descripto en dirección ascendente, a ambos lados del cuello y que se interrumpe en ángulo del maxilar inferior”.

Esto significaba que la soga plástica, la linga amarilla que rodeaba el cuello de la víctima, tenía lo que se llama un doble lazo. La presión ejercida por la primera vuelta de la soga provocó entonces la muerte por asfixia. La segunda -y en ella rondaba la sospecha- fue ejercida sobre los grandes vasos sanguíneos hasta provocar un aplastamiento que derivó en un casi inmediato estado de inconsciencia de la víctima antes de morir.

Esto le ahorró a Salas el sufrimiento y los espasmos característicos de la muerte por ahorcamiento.

“Si se hubiese colgado de un árbol la soga hubiera hecho presión directamente sobre la tráquea. Una muerte lenta y nos hubiésemos encontrado con un cuerpo con signos de convulsiones”.

Es decir que Salas se entregó a la muerte envuelto en una somnolencia que él mismo se provocó.

Un mes antes del suicidio de Salas, Martín René Saldaña uno de los protagonistas del asalto al banco conocido como “La Masacre de Ramallo”, se ahorcaba en su celda de la Comisaría Segunda de Villa Ramallo. Se colgó de una reja a muy baja altura, usando la tela del forro del colchón que habría logrado arrancar con sus dientes. Y una semana después del caso Salas, el Servicio Penitenciario Bonaerense informaba sobre la muerte de una interna, ahorcada con las mangas de un pulóver que ató a una canilla a apenas un poco más de un metro del piso. La chica fue encontrada en posición fetal, igual que Salas.

Un pasaporte cargado de sellos de un aeropuerto colombiano disparó la pista narco. Una pérdida de tiempo

CUATRO SUICIDIOS EN 24 HORAS

No quedaban dudas de que Salas había usado un método “tumbero”.

¿Cómo supo Salas de esa mecánica de ahorcamiento? ¿Quién o quienes lo instruyeron? ¿Habrá tenido algo que ver ese personaje del Servicio Penitenciario que amenazó a la novia del testigo del Rolex?

“La forma de ahorcarse de los presos no es una información al alcance de cualquiera”, reflexionaría una fuente cercana al caso.

El 18 de octubre en que ocurrió la muerte de Salas hubo cuatro suicidios en menos de 24 horas. La prensa nacional estalló, primero con la noticia y más tarde cuando los investigadores le pincharían el globo al revelar que solamente una de esas muertes estaba vinculada a la de Salas.

Se trataba de la del contador Miranda, una pieza clave en Los Girasoles, que se disparó en la boca dentro de su camioneta en una calle interior del Bosque, horas después de enterarse de lo de Salas. El tercer suicidio fue el de un militar retirado que se disparó en la sien en la estación ferroviaria de City Bell. El hombre había dejado a su familia una carta explicando los motivos y que nada tenían que ver con el caso Salas. El último suicidado había sido un vecino de Los Hornos que se ahorcó por cuestiones personales que estaban a una distancia oceánica de la investigación Salas.

El caso Salas convocó a los abogados de mayor renombre de la Ciudad como Alfredo Gascón Coti padre; Octavio Etchegoyen Lynch, Carlos Irisarri y Fernando Burlando, por citar algunos. Detrás del secreto profesional de cada uno quedarían nombres de famosos representados, a la sazón supuestos estafados. Ahí hubo de todo, hasta futbolistas que poco tiempo después ganarían la Copa Mundial de Clubes.

LA BUENA FE

La causa se archivó apenas pasado un mes del suicidio y el Fiscal General, Héctor Vogliolo, confirmó lo actuado.

A los que seguían reclamando en la puerta de la casa de la madre de Salas no se los consideró víctimas.

La palabra “tómbola”, los haría explotar de bronca. Y más bronca todavía cuando se encontrarían con que no se los consideraba estafados.

Porque la entrega de sus dineros a Salas no había sido, lo que se dice, un acto de buena fe.

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