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Toda la semana |REFLEXIONES SOBRE EL MUNDO

Nuevos hábitos: ¿La cuarentena nos hizo más eco-friendly?

Estar tanto tiempo en casa trajo como consecuencia que muchas personas comenzaran a repensar lo cotidiano, incorporando varias rutinas sustentables. Crear un pequeño huerto, separar los residuos y realizar compost, están entre las preferidas

Nuevos hábitos: ¿La cuarentena nos hizo más eco-friendly?
2 de Agosto de 2020 | 08:26
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Muchas veces postergados por una agenda vertiginosa, sin pausas para reflexionar un poco más acerca del mundo en que vivimos y en el que vivirán nuestros hijos, los hábitos ecológicos que solemos ver en las revistas y en la tele empezaron a entrar en las casas, a intercalarse con las rutinas diarias, y todo indica que llegaron para quedarse. Incorporar definitivamente la bolsa verde para descartar allí los residuos secos, comenzar a sembrar plantas aromáticas y hortalizas, “compostar” los desechos orgánicos, incluso cambiar productos cosméticos o de higiene personal por otros más naturales, son cambios que muchas personas admiten haber empezado a implementar. La cuarentena vio nacer muchos nuevos jardineros, cocineros… y también una ola de sustentabilidad hogareña que muchos afirman “da felicidad” porque “se siente que uno aporta su granito de arena para que las cosas cambien en nuestro planeta”.

Vanesa Provenzano es propietaria, junto a su familia, de un centro de estética y peluquería del centro, que el lunes pasado volvió a abrir sus puertas luego de cuatro meses. Y la apertura fue con nuevos aires: además de cambiar parte de la impronta estéticas de su local y optimizar protocolos preventivos para el COVID-19, Osiris decidió incorporar un paquete de prácticas sustentables. “Siempre quise hacerlo, pero me lo impedía el trajín diario” reconoce: “estos meses, en casa y con el local cerrado, tuve más tiempo para pensar y empezar a poner las ideas en acción. Empezamos a discriminar los residuos y a juntar las cápsulas de café. Son pequeños hábitos que, si los adoptamos muchos, suman un montón”.

“Me parecería genial que el día de mañana haya alguna planta que se dedique a hacer algo productivo que mucha gente se detiene a hacer. En mi casa también estoy separando los residuos secos y húmedos y les sumé el compost, con el que empezamos a hace poquito. En el local, un poco la idea es generar en las clientas empatía con este ‘espíritu eco’: que cuando tengan que tirar el vasito de café lean el cartel, piensen, y se puedan llevar un pedacito de esta buena acción a su casa así somos cada vez más”, agrega Vanesa, quien asegura que la estimuló mucho su hija: “es una bebé, a punto de cumplir un año; hago esto para que para que ella desde siempre, desde que nació, esté en una casa en la que se haga compost, en donde se discriminen los residuos, y que le resulte natural. Creo que, si lo incorporo desde ahora, va a ser un hábito natural para ella”.

EL CONTACTO CON LA TIERRA

Mariana y Juan Manuel, junto a sus dos hijas de 10 y 14 años, hacen compost desde hace un tiempo, pero en la cuarentena pudieron dedicarse más a esa faena. “Tenemos una huerta chiquita en casa. Y a poco de crearla, empezamos a hacer compost en baldes de pintura viejos, de 20 litros, uno agujereado encima del otro. Hace unos tres años, si bien seguimos teniendo los baldes, compramos una compostera de plástico reciclado de más capacidad, que está en el garage semi-cubierto”, dice Mariana, comentando que para manejar el proceso siguen en general instrucciones del INTA, organismo nacional que desde sus redes sociales y su web ofrece mucho material sobre lombricompuesto.

“Compramos un grupito de lombrices californianas, que se reproducen muchísimo, y son las ideales para esto. Es un hábito cotidiano de los cuatro: todo resto de plantas crudas (frutas, verduras e infusiones) va a un tupper chiquito en la cocina, y una vez por día lo descargamos en la compostera. No da trabajo; cada dos semanas giramos el material un poco con una pala, las hojas secas que se juntan se las agregamos… y según el clima, en pocos meses ya tenemos humus para retirar. El compost cuando está listo tiene olor a tierra, no es desagradable trabajar con él”, agrega Mariana.

“Tenemos una huerta chiquita en casa. Y a poco de crearla, empezamos a hacer compost”

 

Una compostera de las características mencionadas en el párrafo anterior se consigue en el mercado a un valor cercano a los 8 mil o 10 mil pesos, pero los expertos recomiendan comenzar con un cajoncito de verduras. “No todo el mundo se engancha con el tema, por eso yo recomiendo probar. Empezar de a poco, con un cajón cubierto con una bolsa de nylon y tierra abajo e ir colocando yerba, cáscaras de frutas. Es un lindo hábito para los chicos y una manera de fomentar la conciencia ecológica”, dice Mara Luberto, profesora de Ciencias Naturales de varias escuelas secundarias de la ciudad.

Con respecto a la casa de Mariana, ella cuenta que “al principio las chicas se enganchaban más con ‘la novedad’ de las lombrices, pero ahora ya es parte de los hábitos, está naturalizado. Lo tamizamos, eso es lo más trabajoso porque la compostera es bastante grande, y nos queda como una harina negra. El humus de lombriz va a las macetas, a la huerta, regalamos a la familia y amigos. Redujimos muchísimo la basura que tiramos. Por un lado, tenemos la compostera; por otro, las bolsas verdes; del resto de orgánicos y no reciclables, sólo sacamos un promedio de dos bolsas chicas por semana”.

Mara, la profe, cuenta que además de compost, ella, en su casa, comenzó a adquirir otros hábitos de higiene personal. “Vivo sola y tengo un pequeño ‘huerto’ en el balcón de mi departamento: con ají, aromáticas, rúcula... El humus lo uso en la maceta jardinera. En lo personal, también empecé a usar la copita menstrual y a hacer productos de limpieza y de higiene con fórmulas naturales. Encuentro mucha información en las redes, como en el Instagram @kalimiel o @planb.eco. Esto convencida de que, como dice la activista medioambiental sueca Greta Thunberg, ‘El mundo está esperando y el cambio viene’”.

CONTAGIO VERDE

En otra casa que han empezado a tener prácticas eco-friendly en cuarentena es en la de Santiago y Ana, quienes junto a sus hijos Juan Francisco y Antonio, de 10 y 7 años, empezaron a separar los residuos y a incursionar en algunas siembras, como la de perejil, rúcula y caléndulas.

“Desde la Escuela N° 8, a la que asiste a 5° grado, mi hijo mayor comenzó a recibir tareas vinculadas a conectarlo con la naturaleza y con la ecología. Hicimos un espantapájaros, tutores para las plantas, distintos trabajos dibujando y analizando las características de las diferentes especies vegetales que hay en casa y cómo son sus hojas, el riego que necesitan, etcétera. Una mañana, tuvieron una clase por zoom desde la Casa Ecológica y esa charla lo motivó mucho: apenas se desconectó, comenzó a ver si estaban si las luces que teníamos encendidas eran realmente necesarias, a apagar el televisor si no lo estaba mirando y a preocuparse por los residuos y a pensar qué podíamos hacer con ellos”, cuenta la mamá.

“Como dice Greta Thunberg, ‘El mundo está esperando y el cambio viene’”

 

Contagiando un poco al más chiquito, los hermanos armaron “la botella de amor”, colocando en un recipiente de gaseosa papeles de golosinas, celofanes y diferentes envoltorios; a volver a guardar las tapas de todos los envases plásticos “para llevar al quiosco de la escuela, como siempre habían hecho” y le pidieron a los padres poder contar con otro cesto de residuos para los residuos secos.

“Viendo la motivación de ellos, comencé a investigar en redes y encontré un proyecto muy lindo que vende semillas, sustrato y macetas, junto a fichas con información de cada planta. Me resultó económico y sencillo. Un plan pequeño, realizable, porque muchas veces, y sobre todo en estos tiempos de estar las 24 hors del día en casa, los chicos se entusiasman con cosas de las que luego desisten. Pero en este caso ocurrió lo contrario: Juan Francisco está muy feliz con el kit que encargamos y nos trajeron a casa (el proyecto es @culturaresiliente) así que todos los días observa como germinan sus semillas y las riega. La semana pasada, aprovechando que empezaron las salidas recreativas de los niños, fuimos a un vivero que queda cerca de casa, que es al aire libre y compramos también otras plantas –menta, orégano, tomillo, ciboulet- con nuevas macetas para que aprenda a trasplantar. Es sorprendente la emoción que tiene por el cuidado de su ´huertito´como lo llama él”, describe Ana.

Lo curioso es que Fran no come ni un vegetal, salvo papa o cebolla, pero a cada raro dice “estoy contento porque voy a poder tener muchas plantas para que vos y Antonio se las coman, lo que me causa mucha gracia”, se ríe Ana, agradeciendo también a la clase de la Casa Ecológica, que permitió que los chicos se ocuparan de apagar los televisores y las luces que no se usan.

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Anita, la hija de Mariana y Juan Manuel, coloca residuos orgánicos en el compost de la familia

Juan Francisco está súper motivado con la huerta que armó en el patio de su casa

Vanesa Provenzano comenzó a separar los residuos en su peluquería

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