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Opinión |Tribuna de lectores

La Patria surcando las aguas de la eternidad en busca de su destino glorioso

La Patria surcando las aguas de la eternidad en busca de su destino glorioso

Edgardo Chacón

4 de Junio de 2020 | 15:11

Hace unos años escuché la historia de un hombre que huyendo de la miseria y el hambre de su tierra, tomó una barca y se largó a la mar buscando salvar su vida y  un nuevo destino.

Pero la inmensidad del mar no es para improvisados, y lo peor es que no hay tiempo para aprender cuando se está en medio de aguas turbulentas, igualmente quizás por ignorancia, terquedad o necedad prefirió enfrentarse a lo desconocido, pero lo que aún fue peor es que renegó de cualquier enseñanza que su travesía pudiera aportarle, entonces sucedió lo inevitable, el mar reclamó su precio y su barca naufrago! 

La desesperación se adueñó de él, más aún cuando comprendió de lo que era capaz el mar, quien además se lo recordaba con cada golpe contra su barca o cuando sentía su acecho con olas espeluznantes. Aquel hombre asustado, hambriento, nauseabundo, ensimismado y desorientado pensó lo que todos alguna vez pensamos, que el pasado siempre fue mejor, y que tal vez hubiera sido preferible perecer en su tierra.

La noche lo envolvía, encontrándolo exhausto de luchar con su pasado y preocupado por su devenir, en esas condiciones sólo podía tirarse con la cara al cielo, como esperando de él una respuesta, y así cuando solo quedaba encontrarse con  la muerte, descubrió una estrella en el firmamento, que se trasformo la guía de su camino a la salvación! 

La Patria, esa nave en la que navegamos todos, aunque nos cueste aceptarlo hoy esta naufragando también, en su intento por escapar de todo aquello que la empobrecía y eligió  vivir de tontas expresiones de deseos del pasado.
Pero para colmo vino una ola gigante de esas que casi ninguna nave endeble podría resistir,  vino lo desconocido, no apto para improvisados ni arrogantes ¡Vino el virus!

Ante ello, pensamos rápidamente! Nosotros no somos negacionistas, ni insensibles, sabemos cómo enfrentarlo pues no necesitamos que nadie nos diga cómo, ni que nos den formulas que fallaron en otras latitudes, tenemos herramientas y recursos, pero especialmente tripulantes preparados, entonces enfrentemos al mar…..!!!! Nosotros le revelaremos al mundo como se hace, pero esta vez usaremos un nuevo escudo infalible y raudo para salvar a la Patria, los decretos de necesidad y urgencia, claro! Hoy, nada tienen que ver con aquello que uso Perón para nacionalizar los ferrocarriles en 1948, de los que no nos queda casi nada; o con el utilizado por Arturo Frondizi para decretar el estado de sitio, implementar un plan de seguridad interior restrictivo de los derechos individuales (Plan Conintes) y ordenar la intervención provincial sin participación del Congreso; o los que Isabel Martínez de Perón expidió en 1975 reglamentando el derecho de opción para salir del país y el nefasto decreto 261/75 que comenzó a marcar una de las más negras épocas de nuestra historia por el cual ordenó a las Fuerzas Armadas aniquilar a la subversión, procedimiento conocido como “Operativo Independencia”; menos aún con el que se valió el presidente Raúl Alfonsín para implementar el llamado “Plan Austral” por el cual se modificó el signo monetario, la paridad cambiaria y el llamado “desagio” de las obligaciones dinerarias.

Pero todavía menos con el recordado mecanismo (decreto 36/90) de Carlos Menem, que dispuso nada más y nada menos que la devolución de los depósitos a plazo fijo hechos en dólares en Bonex serie 1989. Que además fue declarado constitucional por la CSJN en el caso “Peralta c/ BCRA”. Esa fue la vez que el Alto Tribunal se expidió por la validez de un decreto de necesidad y urgencia, aun sin estar previsto en la Constitución Nacional.

No! Ahora no es lo mismo, aquellas fueron cosas del pasado, utilizadas por tripulantes inhábiles y presuntuosos que no respetaron los principios y valores de nuestro Pueblo.

Esta vez es diferente, es un engranaje previsto expresamente en la Constitución Nacional (art. 99 inc. 3), para estas ocasiones, que en manos de marineros expertos obtendrá maravillas. 

Por otra parte no acudimos a él como un capricho, lo hicimos, porque ejercemos legítimamente facultades, que en principio nos son ajenas, pero concurren las circunstancias que hacen imposible dictar la ley mediante el trámite ordinario previsto por la Constitución Nacional, vale decir, el Congreso no puede reunirse por circunstancias de fuerza mayor que se lo impiden (los legisladores no pueden trasladarse ni reunirse); y  además hay una situación que requiere solución legislativa de una urgencia tal que debe ser inmediata, en un plazo incompatible con el que demanda el trámite normal de las leyes.

De otra forma no podríamos enfrentar la ola gigante de una pandemia que golpea con miedo, enfermedad y muerte, y que se extiende por el mundo.

Por eso, nuestro tripulante más versado suscribió treinta y nueve (39) decretos en casi seis (6) meses, de los cuales la mitad corresponden al período de aislamiento social, preventivo y obligatorio, que lleva ochenta (80) días, con el único fin de enfrentar y derrotar al temible Coronavirus.

Claro que sí, lo importante era salvar vidas, quien podría decir lo contrario? Él nos dijo mientras blandeaba el dedo índice "no sabemos quiénes llevan el virus en su cuerpo y no muestran síntomas", por eso es importante ganar tiempo y quedarse en casa, para preparar y mejorar el sistema sanitario y hacernos invencibles en el mar.

Pasaron ochenta (80) días, y el CoViD – 19 se ensañó no con quienes no se quedaron en casa, sino justamente con los que no la tienen, algo paradójico, cómo no se les ocurrió a tan magnánima tripulación y ahora acecha en las más de mil cuatrocientas (1400) “villas” de la llamada Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), en donde no hace mucho decidió vivir la pobreza, sí donde tienen que vivir los argentinos invisibles.

La tripulación experta, cometió el peor de los errores parece, renegó de las enseñanzas, no testeamos (Argentina es el país de América que menos pruebas diagnósticas ha realizado en su población), pasaron ochenta (80) días y no nos preparamos y no quisimos ver que en la pobreza, esta nuestra debilidad (necesidades básicas insatisfechas, enfermedades, sin saneamiento y hacinamiento) y lamentablemente la fortaleza del Coronavirus.

Nuestro Tripulante brindó una conferencia de prensa y con tono enfático dijo,  “la cuarentena va a durar lo que tenga que durar”, pero la pregunta inevitable, no es cuánto va a durar, sino para qué, pues descartado esta que lo que no se hizo en ochenta días no se va a hacer jamás? 

Ya es tarde para los test diagnósticos que se han hecho en otros países, que si gestionaron durante el aislamiento (recetas inaceptables de pueblos improvisados, claro), ellos saben basándose en estos datos ciertos a quienes es necesario aislar y a quienes no (aislamiento segmentado o selectivo), pero principalmente conoce a quienes hay que cuidar y como, es impetuoso que salgamos de la cuarentena, no puede ser eterna, para enfrentar la muerte, no para vivir!

Pero hubiera sido bueno que en tantos días tuviésemos diseñada una estrategia que nos permita tener identificados a los infectados y a los contactos de los infectados, que en general son asintomáticos, para atenderlos, curarlos y salvarlos realmente de la muerte porque ahora ya no es importante que no salgan, que estén encerrados; sino que no infecten a sus semejantes porque no lo saben, y debemos decírselo.

No nos sirve más la foto de los hospitales de cotillón que se mostraban como grandes logros y con tanta euforia, porque ninguno de ellos esta operativo, sin dudas no lo está, no porque no lo necesitamos, sino porque no resisten una prueba sanitaria de operatividad bajo las normas estándar de salud. 

Entonces, para que nos sirve en medio del naufragio seguir encerrados? Si nos tapa el agua!

Tal vez, la respuesta esta, cuando desde la tripulación nos asoma una voz que dice "nada será igual a partir de esta tragedia", claro que no, nos decimos, que puede ser igual luego de un naufragio?

Pero ese es el error, nos equivocamos de tragedia, por eso parece una pregunta retórica, y no lo es.

La tragedia es que nos permitimos recurrir a soluciones autoritarias utilizando mecanismos, que si bien están autorizados (decretos de necesidad y urgencia), debemos saber cómo y cuándo darle su límite, en especial cuando han dado prueba en nuestra historia de sus resultados siempre lamentables. La seguridad no debe conseguirse poniendo en riesgo otros derechos, pero como detener ahora al caballo desbocado, simple con las instituciones y la Constitución. 

Hemos caído en aquella idea de Max Weber sobre las consecuencias mediatas e inmediatas de la historia, pensamos en lo inmediato y nos olvidamos de mediato.
Pero como, no debemos respetar las  normas que nos dicen como salvarnos de la muerte? Sí, pero hasta cuándo? Con solo la ley no alcanza hay que mostrar la pericia de marinero, están las instituciones, no alcanza un comité de expertos.

«El “palladium” de la libertad no es una ley suspendible en sus efectos, revocable según las conveniencias públicas del momento, el “palladium” de la libertad es la Constitución, esa es el arca sagrada de todas las libertades»

Porque no recuerdo ya, pero alguien dijo “estamos gobernado hombres y mujeres”, y claro que sí, que trabajan, estudian y tienen familias, pero que hoy no lo pueden hacer en razón que se han avasallado sus derechos en razón de una causa noble que se hizo eterna y no obtuvo los resultados esperados.

Entonces quien quiere trabajar, no puede y está preocupado por ello, no sabe cuál es límite.

Están quienes quieren estudiar y realizarse para darle a nuestra Patria, lo mejor de sí, y no pueden.

Y están lo que quieren ver a sus hijos, seres queridos y hasta ver nacer a sus hijos en libertad, y no los dejan. 

Hay un estrella que nos salve? Sí, la Constitución, pues ella, es el tránsito de una situación en donde el poder se ejerce sin límites y controles a una situación completamente diferente en la que el poder sólo puede ejercerse respetando procesos y derechos que operan como vallas que no se pueden franquear. La Constitución hace que una comunidad pase del reino del poder al imperio de las reglas.

La Constitución logra sobre una nación el efecto de una identidad común que está estructurada por las reglas que organizan su funcionamiento y con ello por un sentido común de lealtad  hacia esas reglas, a los derechos y libertades que estas reglas e instituciones consagran.

Este sentimiento común es de máxima importancia, sin lealtad a la Constitución, nuestra Constitución es mera letra.

Este documento que funciona como límite al poder estructura como debemos hacer para formular la voluntad común y consagra nuestros derechos; solo es eficaz si somos leales a ella.

Una constitución sólo puede sobrevivir en el tiempo si la mayoría de aquellos a quienes se aplica están motivados por esa lealtad.

Lealtad que exige primero y principal que estemos dispuestos a ver en la Constitución la última palabra para adjudicar todas las diferencias que pueden emerger entre nosotros en nuestra vida común.

Por supuesto que la lealtad hacía la Constitución no es un requisito fácil, porque exige que respetemos las reglas que como comunidad nos damos a nosotros mismos aunque individualmente a cada uno de nosotros le parezca inconveniente o costosa o incluso cuando estas reglas van en contra de alguna de nuestras convicciones personales más profundas.

No debemos olvidar que en momentos tan divisivos y confrontativos como los que atravesamos, la cultura constitucional es un producto cultural de enorme delicadeza y fragilidad y se quiebra fácil. 

La Constitución Nacional se puede romper sin siquiera la necesidad de cambiarla, pues para romperla basta meramente ignorarla o menos aún, moldearla para conformarla y hacerla decir aquello que a nuestros intereses le gustaría que diga.

Pero la supervivencia de una cultura constitucional es costosa y difícil. Debemos trabajar para mantenerla siempre consientes de que el beneficio que lograremos no será solamente que nos ayude a vivir en común, sino además porque nos ayudará a desarrollar entre nosotros un vínculo valioso, un vínculo de amistad cívica, esto es un vínculo valioso que se genera entre individuos que como iguales cooperan con otros para organizar la vida común.

La Constitución es la única estrella capaz de transformarse en la guía del camino a la salvación!

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