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Séptimo Día |EL PRIMER GOLPE DE MONTONEROS

Aramburu: medio siglo de un crimen que marcó la historia

Se cumplen 50 años del secuestro y posterior fusilamiento del militar que presidió el país tras la Revolución Libertadora. Fue el primer golpe criminal de Montoneros y el anticipo del baño de sangre que cubrió a la Argentina en los años setenta

Aramburu: medio siglo de un crimen que marcó la historia

El General Levingston, de uniforme y a la postre reemplazante de Onganía, en el sepelio de Aramburu

RICARDO JAÉN
Por RICARDO JAÉN

31 de Mayo de 2020 | 05:14
Edición impresa

Si uno se atiene a la historia tal como la cuenta el jefe montonero Mario Firmenich, este crimen comienza con otro crimen político, el fusilamiento del General Juan José Valle y la de un grupo de civiles y militares que son referencia ineludible para desentrañar un entramado de violencia, operaciones de inteligencia, instalación política y proyectos de poder que terminan de eclosionar en la década del 70.

“…A mí padre lo fusilan a las 22.30 del 12 de junio (1956). Pude despedirme de él. Me vio llorar. Me paró y me pidió un pucho…”, relató alguna vez Susana Valle, su hija, que en aquel día tenía 18 años.

“…Pidió que le atáramos los cordones de los zapatos. Lo hicimos. Preguntó si se podía afeitar. Le dijimos que no había utensillos… General, vamos a proceder. Proceda nomás. (1 de junio de 1970)”. Tomado del relato de Firmenich en un reportaje con la revista “La Causa Peronista” (1974) sobre los últimos momentos de Aramburu.

Mucho tiempo antes de estos dos hechos, Valle y Aramburu ingresaron juntos al Colegio Militar, algunos aseguran que eran compañeros de banco y egresaron como subtenientes. Testigos de aquella época han asegurado que existía una fuerte amistad entre ambos, veraneos familiares en Mar del Plata y emprendimientos comerciales en conjunto. Esa relación se fue perdiendo hasta encontrarlos en bandos enfrentados tanto en el golpe cívico militar de 1955 como en la denominada contra revolución de 1956.

Ambos desgraciados acontecimientos de la historia política argentina los convirtieron en “símbolos” de un análisis maniqueísta del peronismo y el anti-peronismo en la cual se debatía la sociedad política en medio de una Argentina que desde 1955 a 1970 había tenido un formidable crecimiento de su clase media, una envidiable movilidad social para la región y un fuerte desarrollo de su economía que precisamente a fin de ese año (1970) marcaría un hoy impensable aumento del 5% de su PBI.

El 1 de enero de 1970 comenzaron a circular los “Pesos Ley 18.188”, consecuencia de nuestra estructural inflación en un nuevo intento de estabilizar la moneda frente al dólar. Al peso moneda nacional, se la habían quitado dos ceros.

En febrero el presidente de facto Juan Carlos Onganía firmó el decreto ley 18.160 que le otorgó el control de las obras sociales a los sindicatos pensando que con ello obtenía el apoyo de la dirigencia sindical peronista y los alejaba definitivamente de Juan Domingo Perón, que continuaba en su exilio español en Puerta de Hierro.

En 1970, en la Argentina, aparecían los “Pesos Ley 18.188”

 

Pero lo cierto es que el gobierno de la auto proclamada Revolución Argentina languidecía y la suerte del “caudillo de los azules” ya había sido decidida por el nuevo hombre fuerte del ejército, el general Alejandro Lanusse y sus pares de la marina y la aeronáutica.

En ese contexto, un grupo de orígenes políticos muy heterogéneos (nacionalismo católico, cristianismo revolucionario, pro castristas y algún peronista de origen) a las 9 de la mañana del viernes 29 de mayo -día del Ejército- el Comando Juan José Valle puso en marcha la “Operación Pindapoy”, nombre que deriva de un cartel de propaganda de la gaseosa existente en el bar donde el plan prosperado.

Fernando Aval Medina, Emilio Maza e Ignacio Vélez fueron los encargados de entrar en el departamento “A” del piso octavo de la calle Montevideo 1053, entre Charcas y Santa Fe y sin violencia llevarse de allí a uno de los íconos de la Revolución Libertadora (el almirante Rojas contaba con una fuerte custodia personal, detalle que no parece menor a la hora de elegir el blanco).

Afuera, Carlos Capuano en un Peugeot 504 blanco y Carlos Ramus en una Pickup Chevrolet, conjuntamente con Norma Arrostito parada en la esquina en función de “campana”, Mario Firmenich disfrazado de policía y Carlos Maguid vestido con una sotana completaban el despliegue del comando.

Solo el portero y la empleada de una boutique (que pertenecía a un tradicional comerciante de La Plata, Carlos Beltrame) fueron testigos de como Aramburu subía al Peugeot blanco advirtiendo un detalle que les llamó la atención, no los había saludado, una rutina ineludible del militar cada vez que salía.

Todo lo que ocurrió después con Aramburu, es producto de una sola versión, un relato instalado por Mario Firmenich en un reportaje que le realizó el periodista Ricardo Grassi para la revista militante “La causa peronista” y que sin duda tenía por objetivo “legalizar” su herencia en la jefatura de Montoneros.

En el departamento de la calle Montevideo, Sara la mujer del general y su hijo, primeramente, sospecharon que el secuestro era una acción del gobierno y dentro de él apuntaban especialmente al ministro de Interior, general Francisco Imaz.

La lenta reacción de los organismos de seguridad (primera alerta al comando radioeléctrico 12.45 describiendo al auto como Peugeot 504 oscuro) que recién a las 14.45 rectificó el color del auto, no ayudó a inspirar la confianza de la familia quien apeló a los amigos personales de Aramburu para tratar de desentrañar lo que estaba ocurriendo.

Es necesario aclarar que el Aramburu secuestrado estaba lejos en su pensamiento político al del golpe del 55. Ya en ese año 70, sostenía diálogo permanente con todos los dirigentes políticos y hasta intentó, sin éxito, llegar a Frondizi, el año anterior en París y conversar con Perón mediante los oficios de Ricardo Rojo.

Era un hombre de confianza de Lanusse, quien lo consideraba un “hombre de reserva” y aspiraba a ser la persona de transición en la presidencia para luego llamar a elecciones libres sin proscripciones. (Ricardo Rojo en sus Diálogos con Aramburu), de conversación cotidiana en ese tiempo con Jorge Daniel Paladino, Rogelio Frigerio, Ricardo Balbín, monseñor Antonio Plaza y el que Perón convertirá en famoso adulterándole el apellido para ningunear a Lanusse, el Coronel Cornicelli (vermicelli como los fideos) mano derecha del Comandante en Jefe del Ejército.

Aramburu fue ajusticiado en el sótano de una casa de campo en Timote

 

Para aumentar las sospechas de la familia, el gobierno usó algunos periodistas amigos para propalar la versión de un auto secuestro.

Mientras tanto, después de más de 400 kilómetros, los secuestradores llegaron alrededor de las 6 de la tarde a Timote, un pueblo de alrededor de 1000 habitantes a 18 kilómetros de Carlos Tejedor, a una casona de la familia Ramus.

El 30 de mayo, ante una ausencia total de noticias oficiales y un país con miradas políticas muy fraccionadas, la suerte de Onganía ya había quedado resuelta. Solo faltaba fijar la fecha de su caída.

El 31 de mayo finalmente aparecieron dos comunicados con la firma de una naciente organización político/militar: Montoneros. En el primero confirmaron la autoría del secuestro, reivindicándose como peronistas y comunicaron que Aramburu iba a ser sometido a un “juicio revolucionario”. Lo acusan de tres cargos: los fusilamientos de 1956; ser partícipe de un futuro golpe para evitar el regreso de Perón y -finalmente- ser responsable de la desaparición del cadáver de Evita.

En el segundo comunicado informaron que Aramburu había sido encontrado culpable y condenado a ser pasado por las armas.

Después, solo queda remitirse al relato de Firmenich que en el aludido reportaje y más actualmente en el espléndido libro de María O’Donnell “Aramburu. El crimen político que dividió al país” se cuenta que hubo un tiro en el pecho de una nueve milímetros, a cargo de Fernando Abal Medina y dos de una pistola calibre 45 de autor incierto. Todo dentro del sótano de la casa donde Aramburu enterrado cubierto con bolsas de cemento.

Sobre las últimas horas de Aramburu hay una sola versión: la de Firmenich

 

Siete semanas después, en julio, mes que había comenzado con la toma de un pueblito en Córdoba, La Calera por parte del comando Montonero de esa provincia, que terminó con la muerte de Emilio Maza y el desbaratamiento de la célula provincial, la policía bonaerense encontró el cadáver de Aramburu.

Este primer ciclo en la historia fundacional de Montoneros inevitablemente se cerró el 7 de septiembre en Willian Morris provincia de Buenos Aires, cuando una reunión pactada en la pizzería La Rueda, por la célula de Capital Federal con un integrante de la diezmada de Córdoba, Luis Rodeiro fue “vendida” a la policía de la provincia (alentando la teoría de la convivencia de algún sector de la SIDE con un integrante de Montoneros para el secuestro de Aramburu) en cuyo enfrentamiento murieron Abal Medina y Ramus.

Luis Rodeiro es detenido y escapan Sabino Navarro y Capuano Martínez mientras que Firmenich con Arrostito llegan cuando ya está finalizado el tiroteo.

El asesinato de Pedro Eugenio Aramburu profundizó el uso de la violencia como herramienta política y el militarismo como concepto político cultural se adueñó de la escena y de lo que no es menor, del lenguaje en detrimento de la política como principal vehículo de la Democracia, presentada como un valor burgués de aquellos que pensando que eran bandos diferentes coincidían en la vieja máxima de “el poder nace del fusil”.

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